Desde este azul tan lejano
tu corazón ruge en mí como tormenta.
Tu voz de seda fue mi caricia diaria.
Te recordaré la vida
con el crepúsculo
en mis ojos.
De mí pecho parte un dolor agudo,
largo como la sombra de un ave en la tarde,
y me lleva a Valera, a mis primeras miradas,
a tu primera voz,
a la memoria inefable de tus días felices,
pero también
a la casa vacía, al nunca verte más,
a la pérdida de tu espera,
a la cicatriz permanente de tu último abrazo,
que desde aquel mayo me sangra todavía.
Los días me mastican
y mi sabor es agrio,
pero tu amor en cada pálpito me lava todo.
Quisiera llorar por siempre
y dormir sin tiempo.
Tu voz Sigue tan cerca,
que en mi conversación conmigo
tengo agujas de recuerdos.
Tengo frustrado el instinto,
y sembrado el hubiera,
Te extrañaré tanto,
que este dolor lo tendré que llorar
y cantar por pedacitos,
a lo largo y no a lo ancho,
y en lo que me reste de vida,
para poder llevarlo sin que me sepulte.
Construiste tantas vidas
con tus huesos y tu sangre
moriste tantas veces
deafiaste al sol hasta volverlo ceniza
y cegaste al tiempo para resistir mil dolores.
Amor más grande que el tuyo
no conoceré
en este mundo que me queda.
Perdí mi nombre
el día de tu muerte.
porque llovió y no estuve,
en virtud de mi lamento
seré yo el funeral.