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Mar

A Maritza.

Aquí donde era pecho ahora es valle.

Y lentamente pasó un dolor, largo como Escuque, hondo como su nombre en mi niñez empozada.

Y diré, ¡vida raspada!, que mi lamento duerme bajo sus párpados penales que la pierden en luces viejas.

¡No lloverá más nunca!, también diré, porque no sabré cantar la lluvia, no como antes, no como ella y aquellos ojos, no como aquellos tiempos amables de su comida tibia, no como su voz santísima que me nombró y ya no.

Aquí ahora es ruido, sarmiento y agua, digo verde para decir algo, pero es mentira.

Mi raíz duele a las diez, mi amor no es madrigal en Junio, ¿quién puede ayudarme aquí?, donde no sé ver y tengo miedo, no sé dejarla ir ni sabré quedarme ¿quién puede ayudarme? Señor, señora, tengo miedo. ¿Quién?

No tengo más luna, sepia sus manos cargaron mi vida.

No tengo Maracaibo, se ha ido, aquí no es Maracaibo, la gaita no suena pero lastima, la gente no es gente, es hambre.

Cierra la vida, deja el árbol, miro el amor.

Gracias, Mar.

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