Mi casa de raíces infinitas,
me cabe en el bolsillo
pesando
eternidades.
Es esa mujer que manda a dormir,
y repite frases torcidas que esquivo,
y tiene suelo veteado
y patio de naranjo triste.
La casa de los gatos que ya no están,
donde sigue cantando verdes la persea americana,
y cortinas de montañas donde mueren vistas cansadas.
La casa del valle,
allá el tiempo fue mentira,
donde nacieron mis cuerdas
y creció mi armadura.
Donde mi voz caminó temblando,
y el mundo fue una luz blanca.
Mi casa es el camino inmutable
en el que soy horizonte y rellano,
la mecedora antigua que está prohibida.
Mi casa, la que ríe cuando se mira los pies,
y busca cuando siente mi cama,
y llama cuando sabe mi ausencia
durmiendo un poco en cada descuido.
Esa casa que es un pecho y una duda,
donde los amores son templos,
y arrugados siguen diciendo mi nombre.
¡Ay!
mi casa es un dolor
porque a veces no se verá cerca.
cuando la luz esté callada.
y el silencio esté prendido.