Una cuerda suena oscura y ácida,
como suena el miedo
cuando abre los ojos.
Y para despertar
hay que saber morder escaleras
hasta sacarles chorreando
todos los pasos
(como jugo de subidas y bajadas).
Un hilo de música nos cose la estadía,
estamos parados, monteando,
castigando la piel del mundo,
pisando soles viejos.
Estamos también en la noche
sin saber siquiera qué significa
o si es un lugar
o un pedazo de limbo.
Hay suspenso en un sonido,
es el tún tún de una cuerda asustada
durmiendo con un ojo abierto
sobre una cama de agujas.
Ahora sobre mis dedos solo
me quedan estas muertes
que al final son palabras repetidas
diciendo lo mismo,
y que como heraldos justos
van cortando el silencio en muchas lonjas.
Y es eso
lo que
se escucha.
30 marzo 2015