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Sueño

I

No era yo el que dormía,
era el tiempo de mi cuerpo,
mis ojos mojados de búsqueda,
mi mirada encontrando tus aguas.

Vestías de un azul muy tuyo,
ese azul que suena a pensamiento recitado por tu voz.
Y una provincia de tu piel, estaba pobre de telas.

Te vi de espaldas, yéndote con el sol,
y tu mirada era una linea infinita,
que deseaba ser jugada
y cantada.

Tu larga cabellera siendo telón
del espectáculo de tu espalda desnuda,
de piel de luna con pecas y lunares floridos.

Me acerqué sin creer mis pasos,
con miedo de parir algún ruido
y despertar la arena de la playa donde yacías parada,
arena que en su mirada te hacía escultura.

Me acerqué hasta olerte la espera,
mi lengua discernía tu sabor a trémula fruta,
te abracé como quien abraza un tiempo de oro,
un instante precioso.

Besé tu cuello, primero con aliento,
con mi aire caliente y húmedo,
con el aire con el que cocino las palabras.
Y con mis labios abiertos de hambre larga,
te mordí minimamente la curva de tu cuello a tu hombro.
Dijiste un pequeño movimiento
y sin ver tu cara pude sentir tu boca abierta.

Mis manos enjaularon tu ser en un apretado deseo,
viajaron tu pecho como turistas perdidas.
Mientras tu pelo dibujaba amor en mi olfato.

Volteaste a mirarme y tus ojos me amaron el rostro,
te besé los labios, los mordí como espuma,
las lenguas se dijeron salivas sordas.

El sol nos dejó solos,
y la playa nos pintaba los pies de olas modestas.
El viento parpadeó y tu vestido se derrumbó,
y tu vida de notoria piel llovizna quedó celeste ante mí.
Tus pechos mirándome benditos de ti,
con su vestido de piel lechosa, nevada, diáfana.

Te dejaste caer en la arena,
cerraste los ojos,
y yo oteando tu inmensidad,
salí de la cárcel de mi ropa,
te besé hasta que fuiste mi boca,
te toqué hasta que mis manos se sembraron,
entré a tu cuerpo, hasta que mi cuerpo dejó de ser mío.

Y la noche se iba haciendo a punta de nuestro tiempo,
y una luna con medio misterio se iba adelantando,
y unos vientos arrugados pasaban de largo,
haciéndose los ciegos.

Fuimos todos y fuimos uno.
Fuimos un universo siendo Dios, y un Dios siendo cuerpo.
Una vida siendo infinita,
y un infinito siendo feliz.

II

Desperté y mi boca aún es casa de tu sabor,
en mis manos me traje tus pecas y un beso mordido,
tu olor aún está en mis cejas, en mis mejillas y en mi pecho.

Y el sueño sigue estando adentro, real y justo.

Para Alma.